Elio Montiel
Director y Coreógrafo
Compañía de Danza Contemporánea Danzart
Si
cada ser humano comprendiera las posibilidades de su cuerpo, vería la danza
como parte de la cotidianidad de su vida. Vería algo más que una simple máquina capaz de influenciar en su
entorno inmediato, vería un modo de expresión preclaro, el instrumento
comunicador por excelencia. Algunos colegas podrán no entender tal propuesta
sin antes abogar por una estética
cercana a los modelos conocidos o adquiridos, lejanos al purismo de la
danza, sin embargo, serán arrastrados por la aceptación al observar la calidad
de sus movimientos y a que responden cuando en el análisis detectan la
vivencialidad en las forma.
Con anterioridad me he
referido al movimiento como danza, como el principio del producto que luego de
procesos de investigación, reflexión estética y estudio, nos conduce a crear
lenguajes que por defecto llamamos Danza, baile, expresión coreográfica, entre
muchas otras percepciones. Una vez establecido ese lenguaje obviamos la génesis
de ese código, reduciéndolo a una especie de
alfabeto que luego no expandimos, sino que por el contrario lo hacemos protagonista de una
realidad consecuente y repetitiva, aquella que llegado el momento, se hace
común y que aguarda la genialidad para alcanzar nuevos aires, sin el ejercicio
de lo humano y de su dinámica.
Al abordar la corporeidad
desde la perspectiva del lenguaje, de lo que se desea comunicar, necesitamos de
manera definitiva entender la raíz del movimiento que genera el código y de esa
manera aportar valor en todos los ámbitos de la realidad social y en la vida de
cada ser humano, permitiendo la simbiosis
entre el creador y los insumos que se dan de manera natural en las
sociedades y sirve para el desarrollo de las mismas. Para efectos de lo que se
desea tratar entenderemos corporeidad como la capacidad funcional para el
ejercicio cotidiano de las actividades
humanas. Siendo así, podemos asumir el cuerpo como generador de conocimiento y
de reaprendizaje, más que como una
calidad específica de lo tangible, pues trasciende al cuerpo mismo. “la vivenciación del hacer, sentir, pensar y
querer” de manera que podemos identificar corporeidad con humanes (Zubiri,
1986). Una óptica que se manifiesta humana y a través de la misma corporeidad.
“Es
lo que expreso diciendo que la actividad humana es unitaria mente psico-orgánica
en todos, absolutamente todos, sus actos.” (Zubiri, 1974).
Es
así como el movimiento producto de esta unicidad interesa para el creador y la
creación, tratando al cuerpo humano y todas su acciones como la base del
movimiento en la danza, la génesis de la misma y del universo, se rescata la
danza de lo estructurado de la estética preformada y libera del reduccionismo
al cuerpo que es la máxima expresión humana del hacer y en lo que nos ocupa,
del movimiento… de la danza. Pero ¿Qué nos dice el movimiento? Habla de una
dinámica a veces desconocida o no reconocida, el cuerpo es un exigente orgánico
causal que se nutre de lo intangible para multiplicarse en el ejercicio de
entender su entorno y aplicar a él su propia manifestación, intervenir el
espacio con su propia fuerza, motorizar la vida que se refleja inequívocamente
en su realidad inmediata, una y otra vez de manera continua y pertinente.
Arrancar
la idea de la danza de lo preformado, desinhibe al individuo, reconociéndose
como sujeto danza y permitiéndole liberar ese conocimiento ancestral y
convertirlo en su propia danza manifiesta e
interior, su lenguaje autóctono observable, su cosmogonía decodificable por la simple observación. La
danza debe ser sentida para ser danza, debe ser sincera e interior, de esa
manera nos hace libres, nos permite efectivamente experimentar la libertad,
abandonar la idea del no poder hacer, cuando esa es la función exclusiva del
ser humano.
Bibliografía
ZUBIRI,
XAVIER. El Hombre y Su Cuerpo. [De SALESIANUM, Anno XXXVI, N. 3
(1974), pp. 479-486]
TRIGO, EUGENIA. La
corporeidad como expresión de lo humano.” I Congreso Internacional de Motricidade Humana”.
Almada-Portugal 1999
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