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viernes, 14 de febrero de 2014
¿Donde Estan?
¿Donde estan...?
CDC Danzart
Coreografía: Francisco Carballo (Paraguay)
Musica: Canción ¿Donde estan? de Alberto Rodas
(1995)
jueves, 13 de febrero de 2014
miércoles, 12 de febrero de 2014
Un nuevo comienzo


Danzart en el Alberto de Paz y Mateos
Sonata
Coreografía: Elio Montiel
Musica: Sonata para Piano y Cello nº 2 - Maskiosvky
Coreografía: Elio Montiel
Musica: Sonata para Piano y Cello nº 2 - Maskiosvky
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Elio Montiel y Ondina León |
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Ingrid Colina y Ondina León |
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Elio Montiel y Ondina León |
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Ingrid Colina, Ondina León y Elio Montiel |
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Reinaldo Gutierrez, Ondina León, Ingrid Colina y Elio Montiel |
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Elio Montiel y Ondina León |
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Reinaldo Gutiérrez y Ondina León |
jueves, 6 de febrero de 2014
¿Qué significa políticamente para nosotros la danza contemporánea?
Publicado en CDC Danzart lunes, 4 de noviembre de 2013
Recomendado
Por Haydé Lachino*
Busco
menos hablar de coreógrafos en específico que den cuenta, a través de sus
obras, del estado de la danza contemporánea en nuestro país y más abordar una
reflexión sobre algunos fenómenos estéticos que reporta este arte y cuáles con
los supuestos teóricos que dan fundamento a su hacer.
Hablar de
danza contemporánea conlleva a la necesaria reflexión de dos conceptos
implicados en dicha noción, por una parte nos refiere a una praxis y por otra a
que esta práctica se realiza en una espacialidad y temporalidad específicas. En
tanto que praxis, la forma de la danza está condicionada por los medios a
disposición de los artistas, ello significa en un nivel primario que no existe
una forma única del hacer debido a que los medios no necesariamente son los
mismos para los diversos artistas y en un sentido más problemático que los
medios y tecnologías disponibles son producto de las condiciones sociales,
políticas y culturales, en las cuales dicha praxis se lleva a cabo.
En tanto
que un hacer dentro de una espacialidad y temporalidad específicas, lo
contemporáneo es todo aquello que ocurre en un tiempo presente, entendido éste
no como un punto fijo, sino como una dimensión de muchos entrecruzamientos de
tiempo y espacio y que nos obliga a reconocer la existencia de muchas “danzas
contemporáneas”, tanto de aquellas que son una síntesis histórica de lo que el
trayecto de la danza ha sido en el contexto de una cultura, como de las que se
erigen como respuesta a esas formas anteriores de danza y frente a las cuales
establecen sus postulados estéticos. Sobre éstas últimas habré de reflexionar,
por reportar un campo fecundo para el análisis y por las nuevas condiciones de
posibilidades que proponen para la danza y la coreografía en tanto que práctica
artística.
El
problema de nuestra contemporaneidad es su desfase temporal con la
contemporaneidad europea y anglosajona. En el contexto de un país en vías de
desarrollo, nuestra danza está condenada a llegar a destiempo, siempre tarde, a
las propuestas que se erigen en los países del primer mundo: tal destiempo
justifica el carácter colonialista del mercado de la danza; si llegamos tarde a
esa temporalidad que se nos impone, estamos condenados a sólo repetir lo que
otros ya pensaron, pues el destiempo justifica la desigualdad y el asumir
pasivamente de manera acrítica lo que se ha establecido como norma para el arte
coreográfico. Hablar de la danza contemporánea lleva implícita una postura
política a favor de la descolonización, ya que la Modernidad estableció
discursos homogeneizantes para la práctica artística y se apoderó de espacialidades
ya habitadas por otros individuos con otras maneras de dialogar con el
contexto, en donde existían ya otras formas de comprender el espacio, el tiempo
y el cuerpo.
Una parte
importante de la crítica especializada, del público e incluso de los
profesionales de la danza, muestran un profundo desconcierto ante propuestas
escénicas que cuestionan y van a contracorriente de la idea normalizada que
asume que la danza es un arte caracterizado por la lógica, natural y armónica
sucesión de pasos, realizados por un cuerpo modelado por técnicas de danza, en
donde alguien (el autor) tiene algo fundamental qué decir a otro (el
espectador); ante estas miradas desconcertadas, de manera más frecuente en la
escena mexicana, son colocados postulados coreográficos centrados en la
inmovilidad, en la gestualidad, en lógicas narrativas no causales y en la
visibilización de cuerpos totalmente alejados del ideal corporal del bailarín.
Estas propuestas coreográficas están transformando profundamente el
entendimiento que hasta ahora teníamos sobre la danza, para descubrirnos nuevos
horizontes de comprensión de este arte.
Por lo
menos en México, se tiende a pensar la danza sólo desde la perspectiva del
espectáculo y difícilmente se reflexiona sobre ella desde la estética. Como
bien afirma Lepecki en su libro Agotar la danza, la intolerancia hacia
las formas emergentes de danza “reflejan una incapacidad generalizada, o
incluso la falta de voluntad, para explicar críticamente las prácticas
coreográficas recientes como experimentos artísticos válidos”.[1] Para
estos críticos, espectadores y creadores, el mundo no ha cambiado
significativamente, anclados en ideas de la danza heredadas desde el
Renacimiento; hoy demandan que la danza siga una inercia estética, sin
visualizar las implicaciones políticas que ello ha tenido para países como el
nuestro.
Esa danza
tan añorada es producto de un contexto histórico y se instituyó con base en
ideas de cuerpo, de espacio y de tiempo insertas en todo el aparato teórico de
la Modernidad: un cuerpo máquina, un espacio con un centro focal, un tiempo
lineal y causal y un espacio teatral en donde los discursos se dan de manera unidireccional,
que privilegia, como frente a un cuadro, un punto de vista único.
La gradual irrupción de una nueva forma de pensar
el mundo, motivada por una profunda crítica a los postulados de la Modernidad,
trajo consigo una revisión de lo que durante más de 300 años se instituyó como
la “esencia” de la danza en tanto que práctica artística. No existe nada de
natural, lógico y esencial a la danza: toda idea de danza es una idea cultural.
Pensar así la práctica de la danza nos revela el carácter arbitrario de cada
uno de los elementos que la conforman, elementos que la costumbre normalizó y
que hoy diversos coreógrafos problematizan: una nueva relación con el movimiento
y el tiempo a través de la inmovilidad en las obras de Benito González; lo
presente y lo ausente en el espacio en Magdalena Brezzo; el cuerpo como objeto
estético en Magdalena Leite; la gestualidad como escritura y la ruptura con lo
causal en Adriana Castaños; nuevos entendimientos espaciales y temporales
mediante el uso de dispositivos electrónicos en Esthel Vogrig y Ernesto
Contreras; sólo por mencionar algunos de los coreógrafos mexicanos que están
investigando nuevas condiciones de posibilidad para la danza en nuestro país.
La danza,
como toda la práctica artística, está rompiendo con los artificiales límites
disciplinares que fueron impuestos por el pensamiento moderno, para generar
entrecruzamientos estéticos que hacen difícil comprender las obras que surgen
de este cruce disciplinar si no se cuenta con los elementos teóricos
provenientes de otras artes, de la filosofía y de la ciencia. No se trata, en
esta nueva praxis, sólo del concurso de diversos especialistas para llevar a
buen término una puesta en escena, sino de cómo los artistas retoman
pensamientos y teorías provenientes de otros campos, así tenemos obras que
hacen del acto de dibujar un acto del danzar o del fuera de campo
cinematográfico un detonador para indagar otras posibilidades narrativas.
Cruzamiento disciplinar en donde la danza toma soluciones formales de la
arquitectura, la semiótica, la plástica, etc., para ampliar sus límites.
La danza
contemporánea no es experimental por los temas anecdóticos que aborda, sino por
cuestionar todos los supuesto estéticos de la danza, por establecer un riguroso
y metódico ejercicio de investigación sobre las ideas del cuerpo, usos del
espacio, ideas de representación, relación con los espectadores, es decir, por
cuestionar una serie de nociones tan apreciadas por la danza moderna, a saber,
causalidad, linealidad, expectativa, memoria, movimiento y representación.
La danza,
en la medida que no es espectáculo y sí una propuesta estética, dialoga con el
pensamiento filosófico contemporáneo, por lo que tampoco es posible comprender
la escena contemporánea fuera de las tesis filosóficas sobre el tiempo, el
espacio, el cuerpo y la aguda crítica a la Modernidad de autores como Deleuze,
Guattari, Foucault, LeBreton, Lacan y Heidegger, porque la danza, tal y como
hasta ahora la conocíamos, es el resultado de una manera de entender el mundo.
No se puede olvidar que el arte, como campo disciplinar autónomo, es parte del
proyecto ilustrado de la Modernidad. Proyecto para el cual había que desterrar
todo vestigio animal del cuerpo, todo antecedente no tecnológico de la carne,
de ahí que la coreografía se instituyera como “una invención de la primera
modernidad, como una tecnología que crea un cuerpo disciplinado que se mueve a
las órdenes de la escritura”.[2]
La
historia de la danza es una historia de contenidos colonialistas. Por tratarse
de un arte que toma forma en y a través del cuerpo, no es posible hablar de la
danza contemporánea sin hacer referencia a discursos políticos; siguiendo a
Foucault, el cuerpo es el lugar en donde el poder, la disciplina, el
sometimiento militar y el racismo toman forma. En nuestras escuelas de danza no
sólo se sigue practicando la antropometría que pretende determinar si un cuerpo
es apto o no para bailar, en la medida en que éste se encuentra más o menos
cercano a un ideal corporal de bailarín, ideal profundamente eurocentrista;
además de ello la formación del bailarín se basa en la idea de la disciplina
entendida como sometimiento. Las técnicas de danza no sólo le indican al
bailarín lo que se espera de él en tanto que cuerpo formado como instrumento al
servicio de un autor, también le indican su lugar social, por ello no puede
sorprendernos el nulo reconocimiento social a los bailarines, ni las
cuestionables condiciones laborales que caracterizan su hacer.
Las
nuevas visiones coreográficas ponen al descubierto que más allá de las técnicas
normalizadas bajo las cuales se entrena un bailarín, existen muchas otras
técnicas que dan forma cultural al cuerpo. Son propuestas coreográficas para
las cuales ya no se busca un cuerpo construido para una práctica artística,
sino de mirar con interés estético al cuerpo a través del pensamiento
coreográfico.
El asunto
no es ya de lo que para un cuerpo es posible hacer, sino de hasta dónde es
posible llevar una postura estética. Ya no se trata de un cuerpo ideal de bailarín
atado a la lógica de un movimiento, sino del acontecer de un cuerpo en
movimiento bajo una partitura coreográfica, aquí puede ser cualquier cuerpo,
incluso de aquellos no formados por la academia. Se busca demostrar que las
técnicas de danza no pueden contener toda la realidad de la danza. Como afirma
Lepecki: “La palabra clave es ‘experimentación’, como condición fundamental
para alcanzar ‘otras posibilidades contemporáneas’ que revelen el cuerpo como
‘organismo, historia y sujeto de enunciación’.[3]
La danza
moderna espectacularizó la individualidad del bailarín y del coreógrafo como
exaltación del cuerpo-máquina perfecto y del sujeto burgués diferenciado de la
masa anónima, esto es, una subjetividad aislada de su contexto. Hoy una nueva
visión del sujeto sobre la escena emerge, se destierra todo tipo de espectáculo
alrededor del cuerpo que baila, para hacer visible los contenidos ideológicos y
culturales que cruzan en todo acto representacional y las capas culturales que
conforman nuestra corporalidad.
La danza
moderna centró su apuesta estética en el movimiento, en una indagación de las
posibilidades cinéticas del cuerpo, debido a que para la Modernidad el
movimiento y la velocidad serán sus características fundamentales. El acontecer
de la danza no es un asunto sólo de cuerpos que se mueven, la danza es una
partitura coreográfica en donde incluso la inmovilidad se nos presenta como
alternativa. La coreografía aparece cuando se formalizan las relaciones entre
espacio, tiempo, cuerpo y movimiento, de ello no se infiere que sólo ciertos
cuerpos o movimientos sean los propios de la danza, menos aún supone que lo
coreográfico sea sólo danza. El movimiento lento o incluso la inmovilidad
aparecen como estrategias coreográficas para indagar en la presencia corporal
sometida a otras condiciones de representación y permiten construir otras
posibilidades narrativas en donde un instante es dilatado en el tiempo para
poder indagar en toda la realidad contenida en dicho fragmento de tiempo.
Las
investigaciones contemporáneas sobre los elementos que conforman la obra
coreográfica, a final de cuentas son una vía para cuestionar las ideas de
representación normalizadas por la Modernidad.
No se
trata simplemente de indagar en otras maneras de relacionar lo escénico con el
espectador, se trata de cuestionar cómo nos vemos a nosotros mismos como
proyecto histórico a través de una práctica artística.
La
Modernidad creó para la representación, para la danza y la coreografía un
estrecho universo de posibilidades que, hoy en día, las investigaciones
contemporáneas buscan romper para ir a las búsqueda de esas otras alternativas
que quedaron fuera del conjunto de lo realizable para la coreografía desde la fundación
de la primer Academia de Danza en el siglo XVII; ese universo de posibilidades
que van a contracorriente de lo normalizado parecen desdibujar y romper con
nuestras nociones tradicionales de danza, es común escuchar voces airadas que
enuncian: “eso no es danza” al confrontar sus visiones con propuestas que nada
tienen que ver con lo lineal, lo causal, la velocidad, la unidireccionalidad
del discurso, entre otras características. Para estas voces, la inmovilidad en
la danza o la presencia de cuerpos no entrenados en las técnicas normalizadas
son un agravio al arte dancístico.
Si no
cuestionamos los supuestos que la Modernidad estableció como válidos para la
danza y la coreografía, los cuales están cargados de fuertes contenidos
ideológicos por implicar una visión antropocentrista, europea, colonialista y
racista ¿cómo entonces seremos capaces de indagar en lo que la danza hecha
desde nuestros países potencialmente puede ser? Es a través de este
cuestionamiento que aparece una pregunta como válida ¿qué significa
políticamente para nosotros la danza contemporánea?
.....
NOTAS:
[1]
Lepecki, André, Agotar la danza. Performance y política del movimiento, Centro
Coreográfico Calego/Mercat de les Flors, Universidad de Alcalá, España, 2009,
p. 15.
[2] Lepecki,
Andre, op. cit., p. 22.
[3] Idem.
p. 78.
....
*Crítica
de danza, productora, coreógrafa y videoartista. Realizadora de diversos
documentales, cortometrajes y piezas de videoarte. Productora ejecutiva de
espectáculos multimedia de danza y teatro. Ha trabajado como columnista y
crítica en prestigiados periódicos de México, así como en revistas y
publicaciones de arte.
Aviso
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